Reportaje sobre el conflicto que experimenta Egipto, a raíz del derrocamiento del presidente Mohamed Mursi. La Dra. Susana Mosquera, docente de la Facultad de Derecho, analiza la situación y ofrece su punto de vista sobre los retos que debe afrontar este país en el futuro.
Por Susana Mosquera Monelos. 16 julio, 2013.¿Qué está pasando en Egipto? La semana pasada, ciudadanos -en su mayoría jóvenes- salieron a las calles de diversas ciudades del país y realizaron violentas manifestaciones que originaron la intervención militar y el derrocamiento del presidente Mohamed Mursi. Tras la crisis, se presenta una oportunidad clave en la historia del país: lograr el consenso nacional de las facciones políticas y encontrar a una persona que pueda liderar el proceso de transformación egipcia.
En el ámbito internacional, Egipto es un “tapón” que frena los conflictos entre la población árabe e israelí. Administra un importante canal de comunicación (el canal de Suez); y es un brazo estratégico para los intereses de la región, pues es un país con el que occidente puede establecer contactos y líneas de colaboración económicas.
Su población ha estado durante mucho tiempo controlada por las fuerzas militares. El ejército egipcio tiene el apoyo de importantes países occidentales, a quienes les resulta indispensable que Egipto siga siendo un país con fuerzas armadas importantes para afrontar la situación en caso de un masivo conflicto en Medio Oriente.
Según detalla la Dra. Susana Mosquera, especialista en Derecho Internacional de la Universidad de Piura, Mohamed Mursi llegó al poder elegido democráticamente en junio del 2012, tras la caída de Hosni Mubarak. Fue el candidato de la agrupación “Hermanos Musulmanes” –un poderoso grupo político muy activo en Oriente, cuya línea de gobierno se apoya en la interpretación política del Corán– y se enfrentó en una segunda vuelta con el general jubilado Ahmed Shafik, un fuerte candidato del régimen de Mubarak, el destituido presidente egipcio.
“Los Hermanos Musulmanes gobiernan de acuerdo a las enseñanzas del Corán, lo han convertido en un lineamiento ideológico con fuerza política en muchos países. Eso es algo que a la sociedad egipcia no le disgustaba en principio, pues no quería seguir teniendo un gobierno manejado por los militares y las fuerzas occidentales; era un mal menor”, señala la Dra. Mosquera.
Las calles revolucionarias
La especialista explica que, aunque la sociedad egipcia es mayoritariamente musulmana, no querían que la línea de administración del gobierno sea el Corán, hecho que se concretó con la aprobación de la Constitución el año pasado, en la que se agregaron algunos planteamientos de los Hermanos Musulmanes. Sin duda, eso no agradó por completo a la sociedad laica.
La intolerancia de los Hermanos Musulmanes y su escasa apertura para compartir el poder terminó por calentar los ánimos de la población. A eso se sumó el hecho de que, un año después de asumir el gobierno, el país más poblado del mundo árabe experimenta actualmente una aguda crisis económica. Como consecuencia de las protestas y de las advertencias del ejército para que Mursi renuncie al cargo, sucedió lo previsible: la caída del régimen.
“Al comienzo, quien no quería a Mursi, era el ejército, y los que sí lo aprobaban era la sociedad laica. Resultaba poco probable que ambos bandos se pusieran de acuerdo; sin embargo, ahora juntos han conseguido derrocar al presidente, eliminar el elemento islamista del gobierno y lograr que el poder transitorio lo asuma una figura neutra”, señala la Dra. Mosquera.
“Parece que la sociedad egipcia estuviese dividida en tres: el grupo militar, el grupo laico neutro y el grupo con influencia musulmana, que es el que llevó al poder a Mursi. Tras el golpe de Estado, el ejército no ha colocado en el Gobierno a un militar sino a quien, por disposición constitucional, le corresponde asumir, Adli Mansur, presidente del Tribunal Supremo y Constitucional”, explica.
Soluciones complejas
Para la docente, esta situación puede llamarse un “golpe de Estado constitucionalizado”, porque se han atenido a los preceptos constitucionales. Es decir, en este momento, no hay nadie detentando el poder de manera ilícita; este lo ostenta el órgano al que le corresponde en la pirámide de poderes del país. Por lo tanto, hay una ostentación correcta del gobierno.
En medio de este panorama, según la doctora Mosquera, las propuestas en el país deben nacer de un verdadero proceso democratizador, apoyado en la conformación de una base política fuerte.
“Se necesitan verdaderos partidos políticos que representen el sentir de la ciudadanía, lo cual no sucede actualmente en este país. No existe una capa de representatividad política estable en la que la ciudadanía sienta que sus inquietudes están atendidas. En el mundo árabe es común ver que las sociedades protestan, pues no tienen medios para canalizar sus inquietudes, nunca nadie se los ha permitido. En Egipto habían dos opciones: apoyar a los Hermanos Musulmanes o a los militares”, indica.
La especialista remarca que, hasta que no se solucionen los temas de fondo, las sociedades en Oriente no van a evolucionar. “Es un panorama incierto porque, si vuelven a convocar elecciones sin haber fortalecido la estructura política de base, nos encontraremos con lo mismo: un presidente “títere” del ejército o de los Hermanos Musulmanes; o quizás a un presidente laico radicalizado que termine por imponer a la sociedad una línea política que no refleje el sentir de la sociedad. En Egipto se necesita escuchar con atención a la ciudadanía, pues hasta ahora la única forma que tienen los ciudadanos para expresarse es tomando las calles”, puntualiza.